Primero, tienes esos lugares icónicos que sí o sí hay que ver, como el Big Ben, que dicen que en persona es hasta más impresionante que en fotos. Yo tuve la malísima suerte de pillarlo en contrucción... pero, la torre se eleva junto al Parlamento, y cuando el reloj suena, sientes como si estuvieras en una película.

Además, cruzando el río Támesis, tienes el London Eye, la famosa rueda gigante, que al subir te regala unas vistas espectaculares de la ciudad. Es perfecto si quieres hacerte una idea de todo lo que hay por descubrir.

Pero lo mejor de Londres es cómo te sientes caminando por barrios tan diferentes y con personalidades tan únicas. Por ejemplo, Notting Hill con sus casitas de colores y mercaditos vintage, o Camden Town, el barrio más alternativo, lleno de tiendas curiosas y el famoso mercado donde encuentras de todo, desde ropa hasta comida internacional. Camden es un espectáculo, entre el ambiente bohemio y las esculturas gigantes que adornan algunas fachadas. ¡Tienes que verlo!

Piccadilly Circus es uno de los lugares más icónicos de Londres, como su versión de Times Square. Es un cruce lleno de energía, con pantallas gigantes, la famosa fuente de Eros en el centro y muchos teatros alrededor. Es ideal para pasear antes o después de ver una obra en el West End, y siempre está lleno de gente. Es uno de esos puntos que no te puedes perder si estás en Londres.

Fui a ver las obras de teatro Mamma Mia y El Rey León.
En Mamma Mia, te dan ganas de levantarte a bailar; realmente impresionantes las voces, el escenario y los bailes. Pero, sin lugar a dudas, El Rey León fue mi favorita. Es una obra llena de emoción: los animales, las canciones, y el escenario en su conjunto son un espectáculo de lujo.

Ah, y el verde... ¡Londres tiene parques que son un sueño! Imagina pasar una tarde en Hyde Park o en los jardines de Kensington con un cafecito o un picnic. Y si vas en primavera, los parques se llenan de flores y es una maravilla.